This entry was posted on junio 15, 2013 at 7:57 pm and is filed under EOS. You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0 feed.
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Se trata de una película sobre el amor. El amor a los padres, a quienes el director dedica su película. El amor al arte de la pintura y la escultura. El amor por el prójimo, manifestado en los gestos de solidaridad del guardia hacia la visitante canadiense. El amor a la ciudad de Viena, con su arquitectura cuidada y sus pintorescas tradiciones, también un amor doloroso por sus aberraciones, como el recinto de cemento usado con depósito de armas en la guerra.
Es dentro del museo donde el filme alcanza sus mejores momentos. Las dos escenas mejor logradas ocurren, por un lado, cuando una guía explica, con gran sentido didáctico pero con humildad, las principales virtudes de un cuadro del pintor flamenco Pieter Brueghel La guía nos recuerda, que nuestra mirada, no puede ser la misma que la que tenía el pintor 500 años atrás, pero el valor de la obra sigue vigente por la capacidad de maravillarnos con su belleza, aún a tanta distancia en el tiempo. La escena hasta aquí podría pasar por un simple documental de observación, pero de manera inteligente, el director le da un cierre original cuando un hombre del público que escuchaba en silencio, dice disentir con el punto de vista de la guía y expone otra interpretación del cuadro igualmente verosímil.
La otra escena, que tiene por partícipes a los dos principales protagonistas, la visitante canadiense y el guardia del museo, los muestra disfrutando de un cuadro, donde los colores y las formas, deslumbran a la visitante y sus interpretaciones resultan compartidas por el guardia, que se muestra como todo un entendido en el arte que allí se exhibe. El placer que sienten ambos, disfrutando juntos de los cuadros, se logra transmitir al espectador del filme con gran eficacia por parte del director Jem Cohen.
Entre tanto estilo realista, se inserta una secuencia surrealista muy bella, con tres visitantes desnudos en una de las salas del museo.
Deliciosa película que enhebra durante un período de tiempo la vida de dos extraños acercados por la solidaridad y enriquecidos por la observación del arte. Con simplicidad y falta de grandilocuencia, la relación prospera sobre la base de compartir las soledades y los temas de la vida cotidiana. El adorno y el marco para la historia: lo mas soberbio de la historia de la pintura y una cámara demorada para permitir su mayor disfrute.
Si tenemos alguna duda sobre el poder transformador del arte, esta película da una clase magistral sobre ver, aprender a ver y apropiarse de ese aprendizaje para aplicarlo en otro ámbito, el de la vida diaria.
Pensando en esta película y tantas otras que vemos en el curso, comparto este texto :
…“El maestro Chéjov enseñaba que los acontecimientos más profundos, más extraordinarios y que más afectan suceden en lo ordinario, lo cotidiano, lo que no llama la atención, en aquello en lo que no nos fijamos……La mayor parte de de los momentos significativos de una vida son “insignificantes” para las demás personas. El arte es mostrar cómo y por qué son significativos….Chejov vio que esos problemas solo podían plantearse, no resolverse, al menos ante la parte de ti mismo que era artista. Tal vez como hombre pudiera ser eficaz en el mundo, y Chejov lo era. Pero como escritor era preferible el escepticismo al didactismo o a la defensa, que parecían arreglar todo pero que, en realidad, lo cerraban todo. Las soluciones políticas o espirituales hacían el mundo menos interesante. En vez de recordarte su deslumbradora extrañeza, lo dejaban chato….”
De Soñar y contar de Hanif Kureishi
El ojo soberano: el cine que no vemos, el cine que no se estrena 
junio 16, 2013 a las 12:43 am |
Se trata de una película sobre el amor. El amor a los padres, a quienes el director dedica su película. El amor al arte de la pintura y la escultura. El amor por el prójimo, manifestado en los gestos de solidaridad del guardia hacia la visitante canadiense. El amor a la ciudad de Viena, con su arquitectura cuidada y sus pintorescas tradiciones, también un amor doloroso por sus aberraciones, como el recinto de cemento usado con depósito de armas en la guerra.
Es dentro del museo donde el filme alcanza sus mejores momentos. Las dos escenas mejor logradas ocurren, por un lado, cuando una guía explica, con gran sentido didáctico pero con humildad, las principales virtudes de un cuadro del pintor flamenco Pieter Brueghel La guía nos recuerda, que nuestra mirada, no puede ser la misma que la que tenía el pintor 500 años atrás, pero el valor de la obra sigue vigente por la capacidad de maravillarnos con su belleza, aún a tanta distancia en el tiempo. La escena hasta aquí podría pasar por un simple documental de observación, pero de manera inteligente, el director le da un cierre original cuando un hombre del público que escuchaba en silencio, dice disentir con el punto de vista de la guía y expone otra interpretación del cuadro igualmente verosímil.
La otra escena, que tiene por partícipes a los dos principales protagonistas, la visitante canadiense y el guardia del museo, los muestra disfrutando de un cuadro, donde los colores y las formas, deslumbran a la visitante y sus interpretaciones resultan compartidas por el guardia, que se muestra como todo un entendido en el arte que allí se exhibe. El placer que sienten ambos, disfrutando juntos de los cuadros, se logra transmitir al espectador del filme con gran eficacia por parte del director Jem Cohen.
Entre tanto estilo realista, se inserta una secuencia surrealista muy bella, con tres visitantes desnudos en una de las salas del museo.
junio 28, 2013 a las 2:47 am |
Deliciosa película que enhebra durante un período de tiempo la vida de dos extraños acercados por la solidaridad y enriquecidos por la observación del arte. Con simplicidad y falta de grandilocuencia, la relación prospera sobre la base de compartir las soledades y los temas de la vida cotidiana. El adorno y el marco para la historia: lo mas soberbio de la historia de la pintura y una cámara demorada para permitir su mayor disfrute.
Si tenemos alguna duda sobre el poder transformador del arte, esta película da una clase magistral sobre ver, aprender a ver y apropiarse de ese aprendizaje para aplicarlo en otro ámbito, el de la vida diaria.
Pensando en esta película y tantas otras que vemos en el curso, comparto este texto :
…“El maestro Chéjov enseñaba que los acontecimientos más profundos, más extraordinarios y que más afectan suceden en lo ordinario, lo cotidiano, lo que no llama la atención, en aquello en lo que no nos fijamos……La mayor parte de de los momentos significativos de una vida son “insignificantes” para las demás personas. El arte es mostrar cómo y por qué son significativos….Chejov vio que esos problemas solo podían plantearse, no resolverse, al menos ante la parte de ti mismo que era artista. Tal vez como hombre pudiera ser eficaz en el mundo, y Chejov lo era. Pero como escritor era preferible el escepticismo al didactismo o a la defensa, que parecían arreglar todo pero que, en realidad, lo cerraban todo. Las soluciones políticas o espirituales hacían el mundo menos interesante. En vez de recordarte su deslumbradora extrañeza, lo dejaban chato….”
De Soñar y contar de Hanif Kureishi